February 27, 2016

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"Llovía mucho, era de noche, me asomé a la calle y los vi en el cobertizo de mi casa. Se estaban mojando y les dije que pasaran. Desde entonces los tengo en casa”, comenta esta mujer humilde, de aspecto sonriente y amable que padece severas dificultades para sacar adelante a los que ya habitan en su casa de forma habitual.

En el cantón de La Cruz (Costa Rica) se encuentran casi dos millares de los cerca de 8,000 cubanos que, según fuentes oficiales, se encuentran allí embarcados, como dicen los cubanos. Solo esperan a que se ponga en marcha el dispositivo que les permitirá retomar su viaje a través del continente americano. Cuando lleguen a Estados Unidos, esperan que les concedan la residencia con condiciones especiales de exiliado político, según la Ley de Ajuste Cubano que funciona en el país desde 1966.

Por las áridas y calurosas calles de La Cruz, azotadas constantemente por un fuerte viento que estos días es más extremo de lo que nadie desearía, se mezclan los acentos cubano y costarricense con extraña naturalidad. Nadie tiene nada que hacer allí. Los cubanos solo esperan que se resuelva el conflicto: van a la oficina de inmigración de la zona que se encuentra en esta localidad, preguntan por su número, pasean, hablan, vuelven a los colchones hacinados donde duermen en los albergues.

Paradójicamente, algo similar les sucede a los oriundos: a pocos pasos de uno de los albergues se encuentran montones de lugareños sin nada que hacer. También esperan, pero sin saber exactamente qué, quizás un cambio que tiene pocas perspectivas de materializarse. No en vano La Cruz es uno de los cantones con mayor nivel de desempleo del país y también uno de los más pobres y más rezagados, situación que lastra las esperanzas de los lugareños desde hace décadas.

Hasta la comida escasea para algunos. Los cubanos que viven en casa de Lolita, de hecho, se llevan los alimentos que reciben en los albergues para dárselos a la familia que les ha acogido: "Para que coman algo más que frijoles y arroz”, confiesa Juan, uno de los huéspedes de Lolita. La situación para los cubanos dista de ser algo más optimista y parece precipitarse por una pendiente que se pronuncia más y más con cada día que pasa. Los ahorros que tenían preparados para llegar a Estados Unidos empiezan a escasear y la desesperación que les causa tener los pies clavados más de 80 días en tierra de nadie lleva a algunos a jugárselo todo en una última partida.

El día a día de los albergues, confiesan, es desesperante. Organizados por grupos para realizar las tareas básicas no tienen nada más que hacer en todo el día. Algunos fuman cigarrillos, otros juegan al ajedrez o al dominó y, cuando pueden, comprueban como están sus familiares y amigos a través de internet. El interior de los albergues es un embrollo de colchones, mochilas y ropa tendida por las paredes. A las puertas, una batería de baños portátiles de color verde recuerda que esto es temporal.

Entre los plásticos negros que separan el dormitorio comunitario de uno de los albergues de La Cruz, se ha levantado también una suerte de aseos improvisados cuyas dimensiones (que ni siquiera merecen el apelativo de diminutas) resumen perfectamente la magnitud del problema. De allí emerge Yulia, secándose el pelo negro ceniza con una toalla. De 32 años y mirada desafiante, casi altiva, es cubana y llevaba en este poblado desde el 15 de noviembre. Diez días después de partir de Cuba rumbo a Ecuador y tener que pagar todo tipo de mordidas y pagos a las diversas mafias que organizan los viajes, se encontró con las fronteras cerradas. La noche posterior a ser entrevistada, Yulia consiguió cruzar la frontera ilegalmente con unos coyotes —el nombre que se da a los que facilitan a los inmigrantes irregulares a cruzar fronteras— previo pago de 800 dólares. La policía de La Cruz calcula que desde que se cerraron las fronteras alrededor de un millar de cubanos han llegado ilegalmente a Nicaragua por tierra o por mar.

A las puertas del albergue confesaba que aquella noche intentaría cruzar. Y lo hizo. Yulia solo quiere acabar lo que ha empezado tantas veces en el pasado. Esta cubana de Camaguey había probado suerte dos días antes. Aquella vez, desembolsó 750 dólares de los que le devolvieron la mitad porque no consiguieron atravesar la frontera. "Escuchamos un tiro y los coyotes nos mandaron correr de vuelta por el monte. En esos viajes hay de todo: golpes, violaciones, disparos…”, cuenta mientras respira hondo. "Todo vale la pena excepto vivir en Cuba”, asegura con firmeza.

Tumbada en uno de los colchones del salón parroquial, Yulia recuerda que estos escarceos con los coyotes no son sus primeros intentos. En tres ocasiones procuró alcanzar Miami en barco. Las tres veces le pillaron. También agotó todas las vías legales pidiendo ser reclamada por sus familiares en el extranjero, pero no funcionó.

Yulia es madre de dos hijas de 6 y 14 años que ha dejado en Cuba a cargo de su familia. Las muestra con frecuencia en su móvil mientras habla con un tono indolente, repitiendo que ya no tiene nada que perder. En la isla, trabajaba como directora económica en una de las delegaciones del Gobierno. Cobraba 40 dólares al mes. "Con eso no alcanza ni para comer”, explica. Vendió su casa para costearse el viaje a Estados Unidos. Y no le pesa porque, insiste de nuevo, "todo vale excepto quedarse”.

"Los coyotes rondan los albergues buscando a aquellos que quieran salir y los citan para verse cuando caiga la noche"
El resurgimiento de la actividad de los coyotes debido al pico de cubanos que intentan traspasar Costa Rica preocupa a las autoridades. En una entrevista a El Mundo, la directora general de Migración y Extranjería de Costa Rica, Kathya Rodríguez, confiesa que desde que se iniciara la crisis Nicaragua ha devuelto a Costa Rica 600 personas de nacionalidad cubana que han intentado ingresar irregularmente a su territorio, algunas de ellas con la visa que Costa Rica les había dado.

La policía local de La Cruz confirma el aumento de coyotes por tierra y por mar e intenta trabajar —aunque no dicen como— para que no siga creciendo. El modus operandi, desde que los cubanos se instalaron en los albergues, es siempre similar según los testimonios recogidos: los coyotes rondan los albergues buscando a aquellos que quieran salir, los citan para verse cuando caiga la noche, los transportan hasta el punto más cercano de la frontera y los cruzan por tierra o por mar en lanchas o con transportistas. Si la operación tiene éxito, los cubanos, ya en Managua (Nicaragua), se comunican con los que han dejado atrás en Costa Rica. A partir de ese momento, otros muchos buscarán los contactos de los coyotes para intentar repetir el viaje con éxito.

Muchos cubanos de los que se encuentran en La Cruz estos días alegan motivos económicos para dejar la isla: salir de la miseria y vivir el sempiterno sueño americano. Juan, el cubano que vive aún en la casa de Lolita, es el único que no habla de la pobreza.

Juan es opositor al régimen cubano desde que tenía 17 años y ha pasado temporadas en la cárcel cubana. La primera vez, por repartir octavillas contrarias al Gobierno. La segunda, por negarse a dar su contraseña del ordenador. Con semblante tranquilo, Juan explica con detalle cada recuerdo que conserva desde que tiene memoria: ese momento en el que empezó a desarrollar su conciencia política. De rostro ajado pero con actitud juvenil, a sus 52 años no ha recurrido nunca a los coyotes. Por un doble motivo: su mujer, quien desde hace nueve meses reside en EEUU, le está financiando el viaje, en el que lleva gastados 3,000 dólares. La otra razón es que no se puede permitir "malgastar" el dinero porque en su hijo, que aún reside en Cuba, recaen todas las miradas de aquello que su padre hace bien o mal fuera de la isla, según dice.

Juan forma parte de diversos colectivos como el Observatorio Cubano de Derechos Humanos o la Unión de Cubanos por la Libertad. Además, es muy activo en las redes sociales a través de páginas como Cubanos 100% o su propio perfil de Facebook, en el que expresa su oposición al régimen de forma abierta. "Hasta que un día me llamó mi hijo diciéndome que por favor quitara una foto del perfil contraria al gobierno de Fidel porque le estaban llamando la atención allí en Cuba: eso me hizo ponerme a llorar”. Ahora es más cauto, aclara. Natural de la Habana, Juan trabajaba en Cuba como realizador para la radio y televisión cubana donde cobraba, con extras, unos 80 o 100 dólares con los que "no alcanza para comer”.

La avalancha de rumores sobre el cierre de la frontera de Estados Unidos y la derogación de la Ley de Ajuste, que permite a los isleños obtener la residencia norteamericana con rapidez, ha incrementado las salidas y ya se habla de un nuevo éxodo cubano. Antes, la mayoría intentaba cruzar los 144 kilómetros que separan Cuba de Florida en una balsa. Desde que Ecuador dejó de exigir visado, la vía preferente es un viaje tortuoso que se inicia con un vuelo de Cuba a Ecuador y sigue con largo camino de más de 8,000 kilómetros salpicado de sobornos, engaños y pagos a través de América del Sur y Centroamérica hasta llegar a la frontera que separa México del estado de Texas. "Si esto continúa así, esto será el nuevo Mariel. Y ojalá que lo fuera”, explica Juan. En 1980, durante el éxodo de Mariel, 125,000 cubanos salieron de la isla.

La argumentación para acabar escogiendo el largo recorrido de América Central es la política "wet foot, dry foot” (pie mojado, pie seco). Instaurada en 1995 por Estados Unidos, establece que si los cubanos fueran interceptados en el mar estadounidense, la Guardia Costera de Estados Unidos podría devolverlos a Cuba o a un tercer país. Pero si se les encontraba entrando a través de la frontera terrestre, se les permitiría entrar y conseguir el permiso de residencia unos años después.

Como resultado de todo ello, en 2015 un total de 43,159 cubanos entraron en los Estados Unidos a través de todos los puertos del país, según datos de la US Customs and Border Protection, un 78 por ciento más que el ejercicio anterior. La cifra es más asombrosa si se compara con 2011, cuando el gobierno cubano aún no había levantado las restricciones de viaje. Ese año, solo 7,759 cubanos entraron en Estados Unidos.

El pasado 20 de enero, tras semanas de negociación entre siete países centroamericanos, se acordó que a partir del 4 de febrero se establecerían dos vuelos semanales desde Costa Rica hasta El Salvador para poder restablecer el tránsito de los cubanos. No todos se creen en La Cruz que esto vaya a llevarse a cabo e incluso los que tienen números de visado pequeños —los que entraron antes saldrán antes— ya se ven aquí hasta mayo. En el acuerdo se estableció que en esos vuelos se dará prioridad a las familias con niños, a las mujeres embarazadas, a los que lleven más tiempo en Costa Rica y que cuenten con los 555 dólares por persona que cuesta la reubicación. Con ese dinero se pagan vuelos, billetes de autobús, comidas y traslados hasta México, donde cuentan con 20 días para cruzar el país contando exclusivamente con su propio dinero.

Yhalía Amador tiene 36 años y forma parte, junto a su hijo de 15 Tandeo Frometa, de la primera expedición de cubanos que parten hacia Estados Unidos a principios de febrero. a pesar de tener papeletas para salir pronto de allí por una vía legalmente organizada, días atrás intentaron pasar con los coyotes hasta Nicaragua. "Pero escuchamos un tiro y nos hicieron retroceder”. Pagaron 400 dólares a cada uno y, al frustrarse el paso, recibieron la mitad de vuelta. Su marido lleva un año y tres meses esperándoles en EEUU. Él salió junto a sus compañeros de faena de la Isla de la Juventud, donde residía en el barco pesquero en el que trabajaba. Un barco que nunca regresó a Cuba. Ahora, Yhalía y Tandeo han cruzado un camino plagado de "ladrones y mentiras” para reencontrarse con él. No se arriesgarán a un segundo enfrentamiento con los coyotes. "Hay gente que ha venido completamente desnuda desde la frontera, les han robado todo y no queremos volver a arriesgar, ni se sabe cuánto dinero nos hemos gastado ya intentando llegar”.

Cada mañana, esta menuda mujer rubia, de intensos ojos azules, acude junto a su hijo adolescente a la oficina de migración de la zona Norte, a escasos metros del albergue donde pasan las noches. Allí, largas colas de familias dan su número de visado para saber en qué avión saldrán. El Gobierno de Costa Rica estima que, de aquí a mayo, habrán salido los cerca de 8,000 cubanos que hay en territorio tico, calendario que desespera a los isleños que ya no tienen cómo estirar sus ahorros. Tampoco Costa Rica, país que ha solicitado un millón de dólares en ayudas para poder financiar la estancia de los refugiados.

Posted by: akkusmarkt at 09:45 AM | No Comments | Add Comment
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